Estas tres ciudades son las que
hemos visitado en nuestra estancia en Chile. En tan sólo 5 días debíamos
hacernos una idea de cómo es este país así que dedicamos un día a hacer una
ruta hasta la costa y pasar el resto de días en la capital. Valparaíso y Viña del Mar están
pegadas la una a la otra pero no pueden ser más diferentes: la primera asentada
en numerosos cerros, con casas pequeñas de diferentes colores apiñadas las unas
con las otras con un cierto caos que le dan su toque de personalidad junto con
los ascensores o elevadores que ayudan a salvar los desniveles. Todo muy
pintoresco y auténtico.Viña del Mar por su parte es mucho más ordenada y está
destinada al turismo de playa. La ciudad ofrece limpias calles y parques, un
festival reconocido a nivel internacional y algún que otro detalle interesante
como una estatua Moái original de la Isla de Pascua (sólo hay tres de estas
misteriosas esculturas de piedra fuera de la isla). Este viaje se completó con
una mini parada en una viña chilena, de las muchas que se extienden por los
campos. Y es que, según nos contaba nuestro guía y conductor, estas tierras
protegidas por las cordilleras y bañadas por las brisas que llegan del
Pacífico, las hacen muy propicias a cultivar uvas y extraer después vinos de
gran calidad.
La capital chilena aglutina sus
principales monumentos en la zona centro, en los barrios de Lastarria, Bellas
Artes y Bellavista. Lo mejor es comprarse un mote con huesillo, caminar e irse
encontrando con edificios como el Palacio de la Moneda, la Plaza de Armas, el
Mercado Central o los cerros de Santa Lucia y San Cristóbal (muy recomendables
para ver una panorámica de la ciudad). Justo en estos puntos se divisa lo
grande que es Santiago y, si la neblina (aquí llamada esmog) lo permite,
también la imponente Cordillera de Los Andes.
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